Tras aclimatar nuestros ritmos vitales a estas nuevas latitudes, emprenderemos viaje al Norte, hacia el desierto más árido del mundo, Atacama, que se abrirá en canal para nosotros mostrándonos la riqueza mineral de sus entrañas y los volcanes que la guardan. Sus cielos nocturnos nos darán la oportunidad de entender por qué los principales observatorios del planeta, se instalan en estas tierras, pues la verdad, es que casi puedes tocar las estrellas.
En la ruta dejaremos tras nuestros pasos al guardián de la frontera chileno-boliviana, el gran volcán Licancabur (5.920 m.), que nos abrirá el paso al frío del altiplano boliviano y a sus increíbles lagunas de colores, frecuentadas por gaviotas, llamas, vicuñas y rosados flamencos. Y al final… un lugar del mundo romperá nuestros esquemas mentales con su belleza, el gran Salar de Uyuni, conocido como el espejo del cielo, por reflejarlo en las épocas de lluvia de manera sin igual.
Desde ahí dirigiremos nuestros pasos hacia la capital del país, La Paz; esta ciudad, enclavada en lo que los bolivianos llaman la hoyada, un gigantesco hoyo a los pies del volcán Illimani (6.438 m), sorprenderá a nuestros sentidos viajeros sumergiéndolos en la más absoluta incredulidad.
Entender el origen de las más importantes culturas andinas, nos supondrá hacer una parada viajera a los pies del Gran Lago Sagrado del Titicaca, cuna de los Tiawanakos e Incas, este mar a 4.000 metros de altitud nos cautivará con su color azul, sus inabarcables cielos estrellados y sus antiguos templos incas honrando al Sol y a la Luna. La despedida del Titicaca marcará el inicio del final de nuestro viaje, pues nuestros pasos se dirigirán al Perú, hacia al “ombligo del mundo”, ¡Cusco!