La energía del Pacífico nos será de gran ayuda para aventurar nuestros siguientes pasos hacia el corazón de la cordillera filipina. Entre sus magníficas laderas podremos perder nuestra vista en carreteras sin igual, conocer la forma de vida del pueblo tagalo, deslumbrarnos ante el espectáculo que suponen sus terrazas de arroz, y conmovernos con la generosidad de sus pobladores, su calidez, hará difícil la despedida del viajero.
Y tras las montañas… el mar. Una plétora de islas nos esperan para poner el contrapunto a un viaje inolvidable. Os proponemos empezar por la que más historia atesora, la isla de Cebú, donde volveremos a sumergirnos entre los pasos de exploradores como Magallanes, Elcano o Urdaneta para entender el choque cultural que supuso su llegada a estas tierras y las huellas que aún hoy permanecen visibles. Pero no nos quedaremos solamente ahí, ya que, en función del ritmo que hayan llevado nuestros pasos viajeros, podremos descubrir las maravillas que esta isla atesora en su interior, desde espectaculares cascadas de ríos de agua azul transparente en las que probar nuestro valor en el salto, hasta piscinas termales en lugares de ensueño, todo está ahí para que nosotros lo descubramos en nuestro andar.
Pero seguimos, ya que como decimos este aula es el paraíso de las opciones viajeras, no deberíamos pasar de largo uno de los lugares más emblemáticos de las islas Filipinas, las montañas de chocolate, llamadas así por su color, el paisaje lo componen un sinfín de colinas redondeadas que se pierden hasta donde alcanza la vista, dando forma a uno de los paisajes más bonitos del país. Además, tendremos la oportunidad de conocer en persona al segundo primate más pequeño del mundo, el tarsero, a cuya mirada ojo plática responderemos de igual manera.
Y para acabar…, y seguro que un tanto extenuados ante tanta belleza, llegará el momento de colmar del todo nuestros sentidos, perdiéndonos, por unos días, en una de las muchas islas paradisiacas del archipiélago Filipino.
En la ruta propuesta por la Escuela, la elección será entre dos de las más bonitas: una pequeña isla perdida en el mar de Bohol, rodeada de playas de arena blanca, santuarios marinos repletos de tortugas, estrellas de mar y arrecifes de coral y donde también tendremos la posibilidad de navegar junto a delfines en su hábitat natural… o, para los viajeros más aventureros, la espectacular isla de Caminguín. Una isla surgida del fuego y custodiada por siete volcanes, que abrirá sus puertas para conducirnos, no sin esfuerzo, a cráteres hoy verdes y plenos de selva, en los que dormir, junto a una fogata, bajo un manto de estrellas, y la posibilidad, también, de disfrutar de playas de arena blanca y aguas cristalinas, en las que un mundo subacuático de peces multicolor se convertirá en el perfecto telón de fondo de nuestra despedida viajera.